A mediados de los ’90, luego de que la Ley Federal de Educación les puso la frutilla al postre a las políticas educativas neoliberales, algunas autoridades educativas de la época querían convencernos de que era un gran progreso enseñar informática con computadoras de cartón. Computadoras reales no había. Lo que sí había eran muchos chicos que no iban a las escuelas, escuelas de tres turnos, algunas escuelas nuevas que se habían pagado por metro cuadrado más caras que en las Lomas de San Isidro.
Por supuesto, los trabajadores de la educación lo rechazamos; es más, en una importante movilización quemamos los documentos ministeriales que nos proponían el cartoneo informático. ¡Qué paradoja! De las computadoras de cartón pasamos a decenas de miles de niños cartoneando.
Celebramos que hoy se estén distribuyendo millones de netbooks reales, producidas con trabajo argentino, que aporta la Anses y permite que se puedan jubilar quienes no pudieron hacerlo porque los creadores de la “modernización excluyente” cerraban fábricas; y millones de niños/as y adolescentes reciben la AUH que les permite sostener la escolarización.
Las netbooks son formidables instrumentos de democratización, aun cuando reste mucho por hacer para potenciarlas como herramienta didáctica. Podemos hablar de esto porque existen. Pasamos de pantalla. Nos enfrentamos a nuevas complejidades en un nivel superior.
¿Para comprarlas se congelaron salarios, se rebajaron jubilaciones, se excluyó a niños de las asignaciones familiares? No. No. No. Muy por el contrario, se crearon puestos de trabajo. Velozmente se desnudan los discursos de los que encubren con palabras demagógicas (“la plata de los jubilados”) su voluntad política de restauración conservadora. Son servidores del pasado en copas nuevas.
El futuro ya llegó. El horizonte debe ser la igualdad, la justicia social, lo mejor para nuestros hijos, los de todos y todas.