¿Qué son los «vouchers educativos”?
El “voucher educativo” es una propuesta anticuada, segregacionista e irrealizable en términos prácticos, que destruye a la Escuela Pública y que ya fracasó en todos los países del mundo en los que se aplicó.
El candidato a presidente Javier Milei propone para la educación argentina un sistema de vouchers, que son vales o cheques que el Estado daría a las familias para que paguen la educación de sus hijos e hijas. Es decir, un “subsidio a la demanda” en términos de la ideología de mercado.
Desde la CTERA rechazamos enfáticamente esta idea de los “vouchers educativos”, porque representan, no sólo, un modelo que ya tuvo un rotundo fracaso en sus variadas versiones implementadas por distintos países del mundo desde los años ´90, sino también por el carácter antidemocrático, mercantilista y racista que subyace en dicho modelo educativo.
Desde nuestra organización expresamos la preocupación por el posible avance que puedan tener estas propuestas reaccionarias, que atrasan más de 40 años, y que nos retrotraen a los duros años del neoliberalismo de la última década del siglo pasado.
Si bien las explicaciones conceptuales que brinda ese sector político revisten una precariedad impactante, no se puede subestimar el impacto que tienen en la opinión pública ni interpelación que las mismas hacen sobre el sentido común. Porque detrás de esta aparente simplicidad, subyace la idea fuerte de la definitiva privatización de la educación, basadas en:
- redefinición del papel del Estado,
- nuevas formas de financiamiento educativo basadas en la demanda,
- descentralización extrema del sistema a escala de cada escuela,
- injerencia de organizaciones no estatales en las políticas educativas,
- “libertad de elección” a las familias,
- imposición de los valores del mercado, la meritocracia y la competencia,
- modificación del estatuto laboral docente.
El aparente beneficio que traería este sistema sería que las familias tendrían la “libertad” para elegir la escuela que deseen, tanto en el ámbito público como privado. Pero como contrapartida, la existencia, permanencia o cierre de las escuelas, también pasaría a depender de esa “libre” elección de las familias.
Por supuesto que esto alimenta la ilusión de cierto sector de la sociedad que aspira a poder “pagar” la educación de sus hijos e hijas. Sin embargo, el fomento de estas decisiones individualistas terminan por segmentar y segregar aún más el sistema, determinando que las escuelas que “pierdan” alumnos, terminen cerrando por no contar con los recursos suficientes.
Ligado a esto, existe una idea errónea acerca del mejoramiento de la calidad que genera la competencia entre escuelas, ya que el fin último de dicha competencia es la captación de alumnos (o sea recursos financieros), tal como funciona una “empresa eficiente para conseguir clientes”.
La experiencia muestra que en muchos casos se recurrió a distintas estrategias de “retención” de los alumnos y que no iban en la línea de mejorar la calidad, sino por el contrario, se bajaron los niveles de exigencia de trabajo y de evaluación para evitar el desgranamiento del estudiantado.
Se suele citar como ejemplo a países como Chile o Suecia, argumentado los resultados exitosos obtenidos por estos países en las pruebas estandarizadas, pero este argumento se cae por su propio peso, no sólo, porque este tipo de pruebas no sirve para dar cuenta de lo que significa una verdadera educación de calidad, sino también porque hay otros países que no han tenido los vouchers educativos y que igualmente han obtenido resultados exitosos en las pruebas PISA, UNESCO, entre otras.
Lo que en realidad termina produciendo este modelo que impulsa la derecha es más privatización, segregación, exclusión y discriminación, limitando las posibilidades de diseñar políticas socioeducativas nacionales y jurisdiccionales para la inclusión y la ampliación de derechos, especialmente para los sectores más excluidos. Con el sistema de vouchers las que terminarían definiendo la política educativa serían las escuelas en un contexto en el que compiten como empresas en el mercado para conseguir el financiamiento.
En el caso de la Argentina, se da la paradoja de que el planteo sobre los vouchers lo hace un candidato que, por un lado, quiere hacer estallar al Estado pero, al mismo tiempo, nos está diciendo que será el Estado el que le dará el dinero (vale o cheque) a cada familia. Llamativamente, este candidato que reniega de los “planes” y “subsidios”, con el sistema de vouchers estaría convirtiendo el derecho a la educación en un plan más, subsidiando a las familias (dando vales o cheques) para pagar la escuela.
La otra cuestión a tener en cuenta respecto a lo disparatado de esta idea de “vouchers” es que en nuestro país el financiamiento del sistema educativo proviene mayoritariamente de los Estado provinciales, especialmente para sostener los salarios docentes, la infraestructura, mantenimiento, etc. O sea, que una decisión que se tomaría desde lo nacional chocaría frontalmente con las estructuras y posicionamientos políticos que cada provincia tiene. Incluso, si se diera el caso de contar con alguna provincia que acepte sumarse a la disparata y fracasada propuesta de los vouchers, el sistema educativo argentino terminaría siendo un sistema educativo nacional con algunas provincias con vouchers y otras no. Es decir, un sistema estallado, fragmentado y desigual.
Por último, esta idea también va en contra de las trabajadoras y trabajadores de la educación y de una de las mayores conquistas de la docencia como son las paritarias y los convenios colectivos; instancias en las que se dan las discusiones por las condiciones laborales y por los salarios. El sistema vouchers eliminaría estas instancias, reduciendo el salario docente a una variable más de ajuste, quedando librado a la posibilidad que tenga cada escuela para pagar una suma u otra. Poniendo a los directivos en el lugar de gerentes con quien cada maestro tendría que discutir su sueldo… ¿Pueden imaginar esto?
En definitiva, los vouchers educativos hoy pueden sonar como cantos de sirena, pero en realidad se trata de un modelo anticuado, frustrado, condenado a fracasar como en todos los países que ya lo intentaron. Un modelo que no hace más que profundizar las desigualdades, destruir la escuela pública y el derecho social a la educación, con sentido de justicia, igualdad y solidaridad.
Buenos Aires 18 de agosto de 2023
JUNTA EJECUTIVA DE CTERA