Un informe de la CTA muestra que la brecha de género en el mundo del trabajo persiste pese al crecimiento económico.
El estudio advierte sobre la reducida participación en el mercado de trabajo en comparación con los varones, revela que las mujeres son desplazadas a los sectores de bajos ingresos y que en tareas similares perciben menores remuneraciones
Las mujeres ganan en promedio un 24 por ciento menos que los varones en iguales posiciones. Sólo el 4 por ciento de las que trabajan en empleos remunerados desempeñan cargos directivos: menos de la mitad de la proporción de hombres activos que llegan a puestos de conducción, que es del 9 por ciento. A pesar del crecimiento económico experimentado en el país, las brechas de género persisten en el mundo laboral: no han variado en los últimos seis años. La precariedad laboral las afecta con más fuerza: en 2009, entre las asalariadas, el 39 por ciento estaba en “negro”, contra un 33 por ciento en el caso de los hombres. Los datos surgen de un exhaustivo diagnóstico de las características específicas de la inserción femenina, elaborado por el flamante Centro de Estudios Mujeres y Trabajo de la Argentina (Cemyt), un espacio creado en el marco de la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA). La “asimetría” en la distribución de las responsabilidades familiares entre los miembros de los hogares es uno de los factores fundamentales que “condiciona las oportunidades de participación laboral de las mujeres” en empleos pagos, señala el estudio. La falta de guarderías accesibles a los sectores más desfavorecidos constituiría un obstáculo primordial. En una entrevista con Página/12, Estela Díaz, coordinadora del Cemyt, desgranó los hallazgos del relevamiento y consideró “fundamental” para mejorar la situación de las mujeres “la promoción de responsabilidades familiares compartidas, que involucren a los varones, y políticas públicas de cuidado infantil y de personas dependientes” (ver aparte).
El Cemyt depende de la Federación de Trabajadores de la Industria (Fetia). Su creación apunta a incorporar la perspectiva de género en el análisis del mundo del trabajo, del mercado laboral y del trabajo reproductivo, para poner la lupa en los problemas que afectan en forma diferenciada a las mujeres, con el fin de instalarlos en la agenda sindical y política. “Queremos tomar la problemática de las compañeras trabajadoras como parte esencial de las políticas para la clase trabajadora en su conjunto”, explicó Hugo Yasky, secretario general de la CTA.
El estudio es una radiografía de la presencia (y ausencia) femenina en el mercado laboral. Hay tres ejes clave para analizar la situación actual:
– La reducida participación en el mercado de trabajo en comparación con los varones.
– La segmentación del mercado de trabajo, que desplaza a las mujeres a los sectores de bajos ingresos.
– La discriminación salarial que indica que las mujeres perciben menores remuneraciones cuando desempeñan tareas similares a los varones. Hacia fines de 2009 esa diferencia se situaba por debajo del 24 por ciento, revela el informe.
El estudio, realizado por el equipo de investigación del Cemyt, conformado por el economista David Trajtemberg y la socióloga Nora Goren, marca la persistente brecha de la participación laboral femenina. Mientras que los varones tienen una tasa de actividad del 74 por ciento, esa proporción en las mujeres ronda el 48 por ciento. Esto significa que un poco más de la mitad de las mujeres de entre 15 y 65 años están inactivas. Entre las causas más frecuentes de la “inactividad” se menciona “el papel de ama de casa, motivo que resulta insignificante para los varones inactivos”, señala el informe.
La investigación muestra que si bien la tasa de actividad femenina (TAF) permanece constante en el período reciente, se conforma de una estructura distinta que le otorga más peso al empleo y una menor preponderancia al desempleo, en concordancia con el patrón de comportamiento de las principales variables en el mercado de trabajo. En 2003, el 78 por ciento de las mujeres económicamente activas estaban con trabajo, y el 22 por ciento, desempleadas; en 2009, la relación fue de 90 y 10 por ciento, respectivamente, subraya el informe.
Al mismo tiempo, desde 2003 se verifica un cambio en la trayectoria de la TAF por nivel socioeconómico: mientras que en la década pasada las mujeres de bajos ingresos fueron las que más habían contribuido al aumento sostenido de la participación laboral femenina, entre 2003 y 2009 se revierte esta situación. El informe indica que la TAF del primer quintil de ingresos se reduce de 41 a 35 por ciento en ese período. “Este comportamiento posiblemente se relacione con dos factores: por un lado, la falta de servicios que reemplacen o simplifiquen las actividades que se atribuyen socialmente a las mujeres en el ámbito privado y, por el otro lado, por la reversión de los factores que impulsaron a las mujeres a formar parte del mercado de trabajo durante la década del ’90” (ver recuadro). En cambio, el estudio muestra que crece la tasa de participación de las mujeres que pertenecen a los hogares de estratos altos “favorecidas por su nivel educativo y por la posibilidad de transferir, aunque sea parcialmente, las responsabilidades domésticas”.
La brecha de la brecha
El dossier pone la lupa sobre un aspecto significativo: las mujeres con menor nivel de educación formal participan en menor grado del mercado laboral que las mujeres con nivel educativo más elevado. En el cuarto trimestre de 2009, la tasa de actividad de mujeres que poseen estudios hasta secundario incompleto apenas representó el 34 por ciento de la población total; entre aquellas con educación igual a secundario completo y universitario incompleto, se eleva al 56 por ciento; mientras que entre las que alcanzaron un título universitario llegó al 81 por ciento.
Del mismo modo, la brecha de género tiende a cerrarse a medida que aumenta el nivel educativo de las mujeres, observa el estudio: la tasa de actividad de las mujeres con menores estudios formales es la mitad que la de los varones con el mismo nivel educativo, es de un 70 por ciento en el grupo de personas con estudios secundarios completos y de más de un 90 por ciento en los universitarios.
El dossier muestra también otra faceta de la desigualdad, que tiene que ver con las diferencias regionales que presenta la participación femenina: las zonas más pobres que se encuentran en el Norte del país son las que registran menores tasas de participación laboral. “En particular, los aglomerados urbanos de Gran Resistencia, Formosa y Santiago del Estero exhiben tasas de actividad femeninas que se encuentran sustancialmente por debajo del nivel promedio del país”, indica el informe. En el NEA, por ejemplo, es del 38 por ciento, según datos de 2009.
La menor participación laboral de las mujeres se complementa –dice el estudio– con la concentración del empleo remunerado femenino en determinadas ramas de actividad y en ciertas posiciones de las estructuras jerárquicas de las empresas y las organizaciones. Algunas de las tendencias que confirma el informe son:
– Persiste una sobrerrepresentación de las mujeres en el sector de los servicios. En 2009, los sectores con mayor concentración de mano de obra femenina fueron: enseñanza (77 por ciento del empleo), servicios sociales y de salud (72 por ciento), y servicio doméstico (100 por ciento). “Estas ocupaciones, caracterizadas como ‘típicamente femeninas’, concentran más del 40 por ciento de las mujeres con empleo, verificándose la segmentación de tipo horizontal”, señala el informe.
– Las ramas de comercio, de la industria y del sector público también contribuyen con una proporción importante que ronda el 35 por ciento de la ocupación femenina, aunque a diferencia de las anteriores, los varones son mayoría.
– También se destaca su inserción en las ramas de la industria textil, de la confección y del calzado, que se caracterizan por “los bajos salarios, las extensas jornadas de trabajo y las deficientes condiciones laborales en que se desarrolla la actividad”, dice el estudio.
– En cambio, abundan los varones en ciertas ramas de la industria y en la construcción al igual que en las actividades de transporte.
Otro dato significativo es que aunque las mujeres poseen “un mayor nivel educativo que los varones que trabajan en un mismo sector, tienen menos posibilidades de acceder a niveles gerenciales y directivos”. En ese sentido, el informe del Cemyt advierte que “sólo el 4 por ciento de las mujeres desempeñan cargos directivos, porcentaje idéntico al que representaban en 2003, mientras que los varones ocupan más del 9 por ciento esa función”. Del otro lado de la pirámide, en el segmento inferior de la calificación profesional, “las mujeres concentran el 31 por ciento del empleo, mientras que los varones sólo el 17 por ciento”.
Fuente: Nota de Mariana Carbajal publicada en el Diario Página/12 el dia 16 de agosto de 2010.