Más allá de que nuestra Central considera válidos algunos de los reclamos que, como es de público conocimiento, también venimos presentando al gobierno, no compartimos esta convocatoria ni por su forma ni por su metodología, como tampoco por el momento político en que se la impulsa.
No estamos de acuerdo con una medida de fuerza que los trabajadores no discutieron ni resolvieron, y de la que se enteraron a través de la televisión.
Tampoco estamos de acuerdo con la decisión de apelar al recurso de los bloqueos generalizados para impedir el desplazamiento de los que van a su trabajo. Esa es una forma de disimular la falta de apoyo a la medida por parte de una mayoría que no se siente representada, porque no quiere confrontar con este gobierno con los mismos métodos con los que sí enfrentamos en los noventa a los ajustadores y los represores que nos gobernaban.
Pero mucho menos estamos de acuerdo con sumarnos a una acción que pretende montarse de manera oportunista en la escalada de hostigamiento que esponsorea el Grupo Clarín, teniendo en la mira el 7-D. Tampoco queremos hacerle el juego a los ruralistas y empresarios que presionan por la devaluación, ni a los grupos de la derecha que quieren acorralar a un gobierno al que no le perdonan los juicios a los genocidas, incluido el reciente contra el empresario Carlos Pedro Blaquier.
Por eso, los gremios que integramos la CTA, los docentes de CTERA, los del neumático, el subterráneo, los universitarios, actores, de la industria del cine, telefónicos, personal de aeropuertos, pilotos de Austral, entre otros varios a los largo del país, sostenemos la necesidad de solucionar los temas pendientes, pero sin dejarnos llevar atrás de acciones que sólo pueden beneficiar a quienes pretenden la restauración del neoliberalismo.