Problemáticas y desafíos de la educación a distancia.
«Macri se fue dejando a la Argentina con un 50% de niños y niñas en la pobreza»
El Grito del Sur mayo 21, 2020
Coronavirus Educar es combatir
Con una cuarentena sostenida, un inicio del ciclo lectivo 2020 volcado a la virtualidad y con un panorama en el que aún parece lejana la posibilidad de volver a las escuelas, El Grito del Sur conversó con Angélica Graciano y Sonia Alesso, secretarias generales de la UTE y la CTERA respectivamente, acerca de los desafíos de la educación a distancia, los mecanismos para sostener el vínculo pedagógico con les estudiantes y las necesidades que surgen en este contexto.
Si hay un lugar donde la pandemia ha afectado por completo la dinámica de trabajo y la cotidianidad, ese lugar es la escuela. Obligados y obligadas a volcarse a la virtualidad, los y las docentes de todo el país han tenido que reorganizar no solo el programa de contenidos sino también adaptarlos a la virtualidad, una tarea que puede requerir más o menos complejidad dependiendo del conocimiento tecnológico del equipo docente, pero fundamentalmente de las herramientas con las que se cuentan para llevar adelante estas tareas en aquellos lugares donde escasean los casos de niños y niñas con computadoras propias o acceso a internet. Para abordar de lleno y comprender en profundidad los problemas y desafíos que tiene en la actualidad la educación a distancia, El Grito del Sur conversó con Angélica Graciano y Sonia Alesso, secretarias generales de la UTE y la CTERA respectivamente.
«La pandemia nos sorprendió a todos y la suspensión de clases del modo en que se hizo también», comienza la representante de la docencia porteña Angélica Graciano. Comenta que al principio muchas de las comunicaciones con las familias y/o estudiantes se realizaban vía WhatsApp o grupos cerrados de Facebook, ya que la plataforma del Gobierno de la Ciudad no se encontraba disponible. Más tarde empezaron a usarse también aulas virtuales como EdModo o ClassRoom, hasta que llegaron los cuadernillos del Ministerio de Educación de la Nación, materiales con los que pudieron empezar a trabajar más frecuentemente y de manera coordinada con sus estudiantes.
«El gran problema que tenemos en una ciudad tan rica como ésta es que todos los chicos no tienen a su alcance una computadora o en una familia tienen una sola y no hay una conectividad libre. Lo que pasa ahora es que se está aplicando a medias la plataforma del Gobierno de la Ciudad, que consume datos móviles del celular», relata. Si bien las condiciones varían dependiendo de la jurisdicción, incluso hacia dentro de cada provincia hay características disímiles en cuanto a la conectividad y las distintas herramientas a disposición para mejorar el trabajo a distancia de docentes y estudiantes. En este sentido, ambas entrevistadas coinciden en que una de las principales preocupaciones radica en la situación de los niños, niñas y adolescentes de los barrios más humildes, donde hay que poner especial atención puesto que son los focos de mayores casos de carencia de recursos y herramientas para abordar y sostener las tareas educativas.
«Yo no podría afirmar que lo que estamos haciendo es educación a distancia. Lo que estamos haciendo en este momento crítico, tan particular donde está en riesgo la salud y la vida de muchos compatriotas, es una educación que acorta las distancias. Porque este modo de trabajo no es el que veníamos realizando, pero sí es el trabajo que se vuelve imprescindible para mantener el lazo y para sostener la continuidad pedagógica con todos los chicos y chicas», dice la titular de la Unión de Trabajadores de la Educación (UTE).
«La presencialidad en la educación es insustituible, pero con muchísimo esfuerzo y con muchas horas de trabajo y sobrecarga laboral los y las maestras están llevando a cabo su labor», plantea la dirigente nacional de la CTERA. «Lo que nosotras hemos visto en estos días tan difíciles es un profundo compromiso de las y los docentes con la escuela pública, ya sea en los comedores escolares o en los barrios», rescata y cuenta: «Estamos trabajando, por un lado, en las escuelas, asistiendo en los comedores escolares; en muchos casos en algunos barrios también trabajando como voluntarios y asistiendo a los alumnos de forma online; y en otros trabajando con los cuadernillos del Ministerio de Educación y con la plataforma de CTERA, donde estamos permanentemente poniendo contenidos, además de distribuir materiales donde no hay conectividad».
En lo que respecta a las problemáticas que fueron surgiendo en medio de la pandemia, las dificultades que debieron y deben sortear para sostener la educación a distancia, y particularmente sobre la falta de computadoras y acceso a internet que se registran en distintos puntos del país, Sonia Alesso destaca el esfuerzo por reunirse y el trabajo coordinado con los gremios docentes que llevó adelante el ministro de Educación Nicolás Trotta. En contraposición, se sitúa un poco más atrás en el tiempo y asegura que -de no haberse descontinuado el programa Conectar Igualdad durante la gestión de Mauricio Macri- hoy las condiciones de accesibilidad serían muy diferentes. «Cuando cerraron el programa nosotros salimos a denunciarlo porque no solo fue la no entrega de computadoras, sino que no se terminó el plan de instalación de fibra óptica en todo el país. Eso significó, además, que durante cuatro años no se hizo ningún tipo de mantenimiento de computadoras, no se invirtió, no se compraron nuevas máquinas para los chicos, no se sostuvieron las aulas virtuales que había para las escuelas y un montón de herramientas que hoy en día serían claves», insiste.
Y agrega: «Macri se fue dejando la Argentina con un 50 por ciento de niños y niñas pobres. No es igual la situación de un niño, una niña, un joven que tiene WiFi en su casa, libros en la biblioteca, películas para mirar, que tiene determinado respaldo o apoyo porque cuenta con una familia que tiene tiempo para dedicarle a trabajar con él, a la realidad de un niño de los barrios populares que está viviendo en condiciones de extrema pobreza y que está compartiendo la vivienda, quizás, con una cantidad importante de su familia».
En esa misma línea interviene Graciano, quien se encuentra al frente de un sindicato en un distrito aún gobernado por el macrismo: «El Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, administrado por Horacio Rodríguez Larreta, debería enviarle las computadoras a los chicos a las casas o poner puntos de entrega, pero hacerlo ya porque es imposible sostener la virtualidad, por ejemplo, si un chico tiene una sola computadora y son tres hermanitos».
«Hay una ausencia muy grande de recursos del Estado porteño, no se están poniendo a disposición de las escuelas las herramientas necesarias para mejorar este modo de trabajo», denuncia la maestra de la Escuela Normal Superior Nº 2 «Mariano Acosta», de la Ciudad de Buenos Aires. «Tienen (desde el Gobierno porteño) un objetivo muy claro respecto de conseguir recursos, lo bueno sería que pongan el impuesto a las riquezas y a las entidades financieras para generar los ingresos que se necesitan no solo en términos sanitarios, sino también educativos», cuestiona.
Por otro lado, debido a determinados titulares de algunos medios de comunicación, en las últimas semanas se generó una falsa discusión en torno al «no inicio de clases». El presidente Alberto Fernández fue categórico en cada uno de sus anuncios de extensión del aislamiento social, preventivo y obligatorio, dejando en claro que no es una prioridad para el Gobierno retomar la actividad presencial en las escuelas mientras esto asegure cuidar la salud de los más chicos y las más chicas. Esto fue leído y traducido de manera errónea por muchos medios de comunicación, dando a entender que las clases aún no empezaron en la Argentina. En relación a este punto, Sonia Alesso responde: «Nosotros venimos sosteniendo que seguimos educando, que las clases nunca se descontinuaron. Aunque no es lo mismo estar o no estar en el edificio escuela, como no es lo mismo estar o no estar en el edificio fábrica. La discusión de todas formas es de qué modo nosotros y nosotras cuidamos a los niños y las niñas, porque una de las cuestiones que nadie ha respondido hasta ahora es qué pasa cuando volvemos en esta situación de cuarentena a que millones de estudiantes vuelvan a ir a la escuela, vuelvan a subir a los colectivos, qué pasa con el riesgo de salud de los niños y jóvenes, que aunque se sabe que su incidencia es baja, también se sabe que hay casos de niños contagiados en distintos países del mundo».
Otra de las polémicas desatadas en torno a la virtualización forzosa a la que fue sometida la educación en todo el país son las evaluaciones. El propio ministro Trotta salió a decir que no se podía evaluar en la virtualidad. Sin embargo, Angélica Graciano se para desde otra perspectiva y plantea: «En una situación como la que estamos viviendo lo que menos importa son las calificaciones, porque después en los discursos de los medios de comunicación se confunde evaluación, calificación y acreditación». Y continúa explicando: «Para nosotros la evaluación es un proceso donde la base es el análisis de los puntos de partida y las condiciones materiales, y la calificación se hace necesaria para acreditar niveles, como séptimo grado, quinto año o el nivel superior, pero eso se verá cuando se termine la pandemia. Lo que ahora necesitamos son procesos de evaluación formativos sistémicos, es decir, que no sean procesos de evaluación que dependan de la escuela, sino que sean del propio sistema».
Por último, en relación a las críticas de muchos padres y madres que reclaman una respuesta y una contención de las escuelas frente al supuesto decaimiento de niños y niñas en términos estrictamente emocionales, la titular de la Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina (CTERA) confiesa que es un tema que les preocupa y por eso lo han abordado con especialistas en la materia, pero las conclusiones a las que llegaron son otras. «Cuando se habla de la angustia de los niños, en realidad la angustia es de los adultos. En general, los niños y las niñas se adaptan con mucha facilidad a situaciones muy difíciles, el problema lo tenemos los adultos en cómo ponemos en palabras una situación muy angustiante», repone.
«Nuestra tarea como adultos, como padres y como docentes es llevar tranquilidad a los niños, es que no tengan miedo, que lean, que disfruten, que pasen este tiempo de cuarentena de manera creativa. Y con los niños de los sectores populares nuestra preocupación tiene que ser el cuidado en todo sentido: la posibilidad de que tengan acceso a todos los conocimientos culturales y también el cuidado de la salud. Porque si vos en un barrio no tenés agua, como pasó en la Villa 31, o no tenés luz como está pasando en distintas partes del país, o no tenés garantizada la alimentación, no se puede seguir», expone la docente rosarina. «A la escuela vamos a volver y también es esa la tranquilidad que hay que darle a los padres. Los conocimientos pueden recuperarse, tenemos las herramientas para hacerlo», concluye.