Una vez más, el gobierno intenta mostrarnos a los docentes como los enemigos de la educación y, si bien estamos acostumbrados a este tipo de amedrentamientos, nos siguen sorprendiendo los recursos de los que se valen. Ahora, con este supuesto «voluntariado» que sugieren, como si fuera una posibilidad viable para reemplazarnos y no una violenta campaña orquestada desde los call centers, pagada con fondos públicos.
A lo largo de todos estos días, mientras soportamos frases como “Ninguna maestrita me va a torcer el brazo” o “Esto es una guerra”, con una carga bélica sorprendente, sufrimos amenazas y pinchaduras de teléfonos, porque intentan echarle nafta al fuego y porque realmente creen que pueden evadir el conflicto, mediante la estigmatización de los docentes. Pero no, realmente será imposible arribar a una solución sensata, mientras se nieguen a reconocer que no llegamos a fin de mes y que no podemos pagar los pasajes de viajes largos, ni los guardapolvos, ni los útiles, en medio de este tarifazo brutal. Ya no se aguanta. Cada día hay más chicos en los comedores escolares de los conurbanos, al mismo tiempo que les arrebatan las becas a muchísimos pibes que, como consecuencia, deben dejar la escuela.
Dejar la escuela.
A la hora de precisar cuánto debe cobrar un maestro o un profesor, hay que recordar que todo el financiamiento educativo, como nuestra paritaria nacional, son leyes que nacieron en la calle durante los 90, para consolidarse años después. No por casualidad, este gobierno busca invalidarlas, envalentonado por tres motivaciones centrales: ponerle un techo a las negociaciones salariales provinciales, disciplinar al movimiento obrero y correr al Estado nacional de lo que establece la ley, respecto al uso de fondos federales, puesto que debe garantizar la educación en todo el país.
Con semejante retroceso, el gobierno pretende llevarnos a una realidad que atrasa 20 años, provocando malestar en el gremio y forzando la votación del paro, resuelto en asamblea luego de muchísimos debates. Por eso, hoy no sólo estamos preocupados por la cuestión salarial, sino también por el sostén de las escuelas, dado que buscan mercantilizar la educación, sin pensarla en términos igualitarios, ni igualadores, entre quienes tienen a su disposición todos los elementos materiales o simbólicos y quienes llegan al aula en condiciones precarias, incluso con la necesidad de comer.
De comer.
Sin dudas, si esta gestión tuviera al menos un poco de sensibilidad social y esa capacidad de escuchar que tanto invoca, convocaría a paritarias. Sin embargo, la última vez que dialogamos con Esteban Bullrich fue el 3 de enero, cuando encima tuvo una actitud negativa. Y por eso, no por capricho, trazamos un plan de lucha.
– El 6 y 7 de marzo haremos una marcha nacional junto a todos los gremios docentes en defensa del trabajo y la educación pública.
– El 8 participaremos activamente en las movilizaciones por el Día de la Mujer, con diversas intervenciones.
– La segunda semana del mes, realizaremos reuniones de padres, radios abiertas y abrazos a las escuelas.
– Finalmente, lanzaremos un Foro en Defensa de la Educación Pública, que reunirá a todas las provincias.
Si aún así no hubiera respuesta, volveremos a encaminar entonces una marcha federal con columnas que partirán de cada extremo del país, para converger en Plaza de Mayo, acompañados por los estudiantes, las familias, los universitarios y los sindicatos. Pues realmente es de necio, como dice la canción de Silvio Rodríguez, no ver esta dolorosa realidad que afronta cualquier docente. Y el Estado tiene que respetar la dignidad de nuestra pelea, que no cede a ningún disciplinamiento, ni ante el poder, ni ante los siniestros que padecemos, ni ante todo su desprecio.
En algún momento deberán entender, que los maestros no tenemos precio.